
Daniele De Santis
Estuve a punto de rendirme. Y eso casi me cuesta la vida.
Dolor insoportable, médicos que no tenían respuestas y un cuerpo que no respondía.
Desde los 8 años, mi vida era una cuenta atrás entre una migraña y la siguiente. No eran simples dolores de cabeza. Eran ataques. Apagones. Golpes que me tumbaban. Hasta dos veces por semana.
Me recorrí consultas de punta a punta: desde los mejores neurólogos de Italia hasta los de Canarias, cuando me mudé. Y todos decían lo mismo: pastillas, más pastillas, y si eso no basta… más pastillas.
Antiepilépticos, antidepresivos, antihipertensivos, AINES, triptanes, benzodiacepinas, opioides. Una farmacia en la mochila. Y aún así: dolor. Semanas rotas. Días perdidos. Vida apagada.
Incluso encontré una “vacuna milagrosa” para la migraña. Spoiler: costaba tanto como un coche usado. La Seguridad Social no la cubría. Mi bolsillo tampoco. Y si te soy sincero… aunque hubiera podido, probablemente tampoco habría funcionado.
Porque nada lo hacía. Seguía yendo a urgencias cada dos meses, arrastrándome por el dolor, medio inconsciente, para que me pincharan otro cóctel de fármacos hasta que pudiera volver, arrastrado, a casa.
Vacaciones arruinadas. Días especiales convertidos en nada. Y una palabra que me perseguía: “crónico”. Como si lo crónico fuese una sentencia, no un punto de partida.
A los 25, como si lo anterior fuera poco, me explotó la cara: dermatitis seborreica. Piel en carne viva. Más tarde: foliculitis. Caspa, heridas, calambres en la cabeza como si me electrocutaran por dentro.
Y otra vez, la misma canción: “esto es para siempre”. Más tratamientos. Más recetas. Más dinero volando. Más desesperanza.
Hasta que me harté. Me dije: “o sigo como estoy… o reviento el sistema desde dentro”.
Me gradué en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Y no paré de estudiar: nutrición funcional, antiaging, suplementación, Psico Neuro Inmunología clínica, salud hormonal, toxicología y etc..
Y cuanto más aprendía, de los mejores expertos de cada campo, más claro lo veía: No estamos enfermos por mala suerte. Estamos enfermos porque el sistema nos enferma.
Vivimos rodeados de venenos, comiendo basura con forma de comida, respirando aire sucio, poniéndonos cosméticos que nos envenenan poco a poco. Nos dicen que la genética es la culpable. No lo es.
No somos defectuosos. Estamos desinformados. Y eso sí tiene arreglo.
Seguí estudiando. Probando. Ajustando. Y se fueron las migrañas. Desapareció la dermatitis. Adiós a la foliculítis.
Mi cuerpo cambió. Mi mente se encendió. Volví a tener energía, deseo, enfoque, vida.
No te hablo desde un libro. Te hablo desde el barro.
Llevo 11 años entrenando a personas. Más de 500 han pasado por mis manos. He visto ojos apagados volver a brillar.
Tengo la prueba de que lo que aprendí funciona. Porque lo viví. Porque lo vivieron. Y ahora quiero hacerlo a lo grande. Online. Para más personas. Para quien no puede más. Porque la salud no debería ser un lujo. Debería ser lo normal.
Y si tú estás donde yo estuve, lo sabes mejor que nadie: no necesitas otra pastilla. Necesitas un cambio brutal. Real. Y urgente.
